LOS BARCOS HISTÓRICOS PERDIDOS

Publicado por pipesar | Categoría Odyssey | Fecha 17-12-2015

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BARCOS HISTÓRICOS PERDIDOS

Leo estos días infinidad de noticias y opiniones de presuntos “expertos” sobre qué hacer con el reciente galeón San José, al parecer hallado, por fin, en aguas territoriales de Colombia, y uno no deja de asombrarse de la cantidad de estupideces que se pueden llegar a decir en aras a una iletrada interpretación del Derecho aplicado a estos asuntos, junto a un histerismo patriótico sobre bienes que históricamente hemos abandonado, dada nuestra permanente desidia sobre los asuntos de la mar en general.

En las universidades españolas no se estudia una sola línea sobre Derecho Marítimo aplicado a temas arqueológicos; ni siquiera se tratan los aspectos generales que conforman esta disciplina, a pesar de que el 90% de las mercancías se mueven por el mundo en barcos; a lo sumo, meros aspectos mercantiles. Tampoco se instruye en arqueología submarina propiamente dicha, pues, nuestros arqueólogos son meros licenciados en Historia a los que no se forma en temas prácticos de la especialidad, y por tanto se convierten en teóricos que no saben nada de las inmensas dificultades que hay bajo el agua, no solo para trabajar sobre pecios, sino para entender la complejidad del mundo marino, que abarca el comportamiento de la mar, las corrientes, la meteorología, la geología, la cartografía naval, la navegación, la deriva, el abatimiento, los satélites de ayuda, el buceo en profundidad, las leyes de la descompresión, las mareas etc: conceptos sin los que es no posible dedicarse a cualquier asunto relacionado con la mar. Por ello, hemos tenido que oír decir a nuestras Autoridades en múltiples ocasiones que, “mandarían a los buzos a 800 metros de profundidad para mirar tal o cual cosa”. O que se pondrán “las botellas de oxígeno”. Y así nos va.

Tras el caso Odyssey, al que solo dos o tres personas prestamos atención desde el año 1998, fecha de la llegada a nuestras aguas de los caza tesoros, hasta que en 2012 tuvieron que devolver lo robado gracias al dinero de los españoles, han surgido un gran número de especialistas que jamás metieron la cabeza bajo el agua, salvo cuando van a la playa en vacaciones. Gentes que opinan con una ligereza tan grande como su desconocimiento del medio marino al que antes hacía referencia. Lo que provoca miles de artículos y comentarios a cual de ellos menos riguroso y sostenible desde el punto de vista de la operativa marítima. Buscar objetos bajo el agua de la mar es tan complicado como ir a Marte. Por eso, de los miles de barcos históricos hundidos en las aguas del mundo se han encontrado tan pocos, y cuando se ha hecho, apenas se recupera un 30% del naufragio.

Sin embargo y a pesar de lo dicho, durante estos tres últimos años, no se ha querido investigar qué hicieron los barcos de Odyssey durante los nueve años que solo navegaron por las aguas españolas del Mediterráneo entre

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Málaga y Gibraltar, cuando además los piratas publicaban en su web todo lo que iban expoliando. Parece que la política es el mejor antídoto contra la verdad.

Al incomprensible concepto ahora de moda sobre la conservación in situ de un pecio, se oponen la mar y sus leyes, que lo destrozarán cuando llegue el siguiente huracán, perdiendo esos restos para siempre.

La misma falacia es asegurar que todo lo que transportaba un galeón es patrimonio; las barras de oro y los lingotes de plata son simples bienes comerciales con un valor determinado, y nada contribuye a la arqueología mantener y exhibir cientos de ellos apilados. Lo mismo sucede con las monedas que, teniendo un valor numismático e histórico indudable, tampoco sirve para nada que la mayor parte de ellas se guarden en la caja fuerte de un Ministerio. Muchos arqueólogos de prestigio internacional comparten la teoría de que parte de ese patrimonio comercial pueda subastarse, y emplear esos fondos en nuevos trabajos culturales.

Tampoco estoy de acuerdo con que no debamos recurrir a empresas privadas de operaciones submarinas para trabajar en asuntos de barcos históricos, y que se les pueda pagar con parte de los bienes no patrimoniales que se recuperen, y siempre con estricto control de los Gobiernos implicados.

La ingente cantidad de dinero que hay es necesaria para aprovisionar y fletar un moderno buque de prospecciones submarinas, dada la profundidad a la que están la mayor parte de pecios no expoliados, hace necesaria esa colaboración, pues, los estados, en los tiempos que se avecinan, deben dedicar sus recursos a temas de mayor calado social. El secreto solo está en controlar con rigor lo que hacen, como de hecho nunca se hizo en el caso Odyssey.

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